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Sobre el cierre del Bogui

Malas noticias para el jazz, para los músicos, para los aficionados, para los que quieran hacer de su afición un negocio, aunque este no sea rentable, para los que creen que la música en vivo es una de las formas más instructivas de pasar el rato: el Bogui está cerrado, clausurado, muerto, yermo en definitiva a la hora de ofrecer algo a quien quiera dejarse llevar por la buena música. En estos momentos Madrid me parece un lugar gris que se empeña en no destacar en nada que no sea olímpico. Y es que una ciudad que se precie tiene que tener un local, por muy pequeño que sea, del que poder decir: si quieres escuchar jazz vete aquí. Un lugar donde ir a peregrinar todos los días del año, como Nueva York tiene su Village Vanguard, o París su New Morning o Copenague su Jazz House. Y en Barcelona, claro el Jamboree. Y aquí en Madrid el relevo lo había cogido el Bogui, ahora que el Cafe Central cansado de dar el callo por poco, empezaba a programar otras músicas que le rentaran más. Y así hace cuatro años un personaje que muchos ni conocíamos, se atrevía (¡qué osadía!) a afirmar que abría un espacio para dejar que el jazz corriese a su antojo... Bueno, si no funcionaba que así fuese, pero que por intentarlo no iba a ser. Y esta intención implicaba para Dick Angstadt el héroe de este relato, realizar no solo un improvo esfuerzo, sino además gastar el dinero que sus arcas tuviesen, no sé si mucho o poco, pero todo. Así se escribe la historia, las más humildes por lo menos; con los tremendos esfuerzos de pequeños personajes, que avalados por el correr de los días, van poquito a poco escarbando un agujero sin que los demás, empeñados en mirar para lugares más llamativos nos demos cuenta; y un día volvemos la vista y ese agujerito se ha convertido a fuerza de costumbre en un inmenso socavón donde caben muchas más cosas de las que nos pensabamos en un principio.
Y todo ello de un plumazo se ha ido. Con gestos como estos la cultura de una ciudad como Madrid se retuerce de dolor. Porque locales como el Bogui pasan por ser auténticos pilares de coleccionistas de pasiones auténticas, en una época en la que ya no está de moda las si no implican deportes o política. El Gran Wyoming lo comentaba en una improvisada rueda de prensa, con palabras que le hacen más grande si cabe: el fútbol promueve más violencia que cualquier otra manifestación en Madrid, moviliza a montones de cuerpos de seguridad pagados con nuestros impuestos, cierra grandes avenidas los domingos, y todo para que unas entidades privadas se lucren con ello. Y sin embargo si hay que clausurar algo, que sea un pequeño local de jazz, que no hace mal a nadie... ¿o sí?. Bueno aquí discrepan unos vecinos de una comunidad más loca que la de "Aquí no hay quien viva". Y es que no les gusta el jazz, así que arremeten contra su puerta como si del diablo se tratase. ¿Es que no hay más locales de música en vivo con vecinos viviendo encima? ¿o es que los garitos de jazz de Nueva York no dan techo con suelo con algún vecino?... ah! pero es que estos vecinos parece que tienen otros intereses, otros planes para este local. ¿Saben qué? no hay nada peor que tener a un arquitecto con malas pulgas de vecino, y como no le guste la música que oiga tras su pared, preparate..., se lo digo yo que tengo un vecino que le gustan las polkas y las marchas militares, pues nada: que le echen de su casa ¿no? Y si detrás hay cientos de aficionados, que se busquen la vida y se vayan a violentar a un estadio de fútbol, que allí si es legal.
Quiero creer que un día nos terminaremos despertando de esta pesadilla. Pero mientras dure me pregunto: ¿qué puedo hacer yo para tratar de despertar? Por lo pronto nos dicen que en la página del Bogui www.boguijazz.com podremos dejar nuestra firma como adhesión a este local, a esta forma de vida. Estupenda ocasión para demostrar que nos gusta el jazz ¿no?
¡Animo Bogui!

Alejandro Cifuentes
"Jazz-Session"

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